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24/05/14 | Varios / Sugerencias

隆隆隆FELIZ DIA DE LA PATRIA!!!

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25 de mayo de 1810 - Revoluci贸n de Mayo
Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004
Durante la etapa virreinal, Espa帽a mantuvo un f茅rreo monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producci贸n manufacturera en plena revoluci贸n industrial. La condena a la intermediaci贸n perpetua por parte de Espa帽a encarec铆a los intercambios comerciales y sofocaba el crecimiento de las colonias. La escasez de autoridades espa帽olas y la necesidad de reemplazar al r茅gimen monop贸lico, sumado a las convulsiones que se viv铆an Europa tras la invasi贸n napole贸nica, llevaron a un grupo destacado de la poblaci贸n criolla a impulsar un movimiento revolucionario.

Para febrero de 1810 casi toda Espa帽a se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la pen铆nsula en nombre de Fernando VII, prisionero de Napole贸n. El 13 de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la ca铆da de la Junta Central de Sevilla, 煤ltimo basti贸n del poder espa帽ol.

La autoridad que hab铆a designado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros hab铆a, por tanto, caducado y la propia autoridad del virrey se encontraba cuestionada. Pronto Cisneros debi贸 ceder a las presiones de las milicias criollas y de un grupo de j贸venes revolucionarios y convoc贸 a un Cabildo Abierto para el 22 de mayo de 1810. El Cabildo, dominado por espa帽oles, burl贸 la voluntad popular y estableci贸 una junta de gobierno presidida por el propio Cisneros. Esto provoc贸 la reacci贸n de las milicias y el pueblo. Cornelio Saavedra y Juan Jos茅 Castelli obtuvieron la renuncia del ex virrey.

El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del R铆o de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan Jos茅 Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcu茅naga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan Jos茅 Paso y Mariano Moreno, secretarios. Qued贸 as铆 formado el primer gobierno patrio, que no tard贸 en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia espa帽ol.

Hemos elegido algunos extractos del pensamiento de Mariano Moreno, uno de los m谩s esclarecidos patriotas de la Revoluci贸n de Mayo, donde reivindica valores todav铆a vigentes como la importancia de la instrucci贸n y la educaci贸n como m茅todo contra las tiran铆as, la necesidad de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero y la necesidad de una organizaci贸n federal en el gobierno.

鈥淓l oficial de nuestro ej茅rcito despu茅s de asombrar al enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de su instrucci贸n. El que se encuentre desnudo de estas cualidades redoble sus esfuerzos para adquirirlas, y no se averg眉ence de una d贸cil resignaci贸n a la ense帽anza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros buenos deseos: el que no sienta los est铆mulos de una noble ambici贸n de saber y distinguirse en su carrera, aband贸nela con tiempo, y no se exponga al seguro bochorno de ser arrojado con ignominia: busque para su habitaci贸n un pueblo de b谩rbaros o de esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus hijos hombres extranjeros a las virtudes.鈥

鈥淓l pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de 茅stos se interesa en que todos conozcan la execraci贸n con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.

鈥淪i los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones suceder谩n a las antiguas y despu茅s de vacilar alg煤n tiempo entre mil incertidumbres, ser谩 tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiran铆a鈥

鈥淟os pueblos deben estar siempre atentos a la conservaci贸n de sus intereses y derechos y no deben fiar m谩s que de s铆 mismos. El extranjero no viene a nuestro pa铆s a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recib谩moslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilizaci贸n, aceptemos las obras de su industria y franque茅mosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les hab铆an producido los chiches y coloridos abalorios. Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la antigua Espa帽a con respecto a los cartagineses que la dominaron:

Libre, feliz, Espa帽a independiente

Se abri贸 el cartagin茅s incautamente:

Vi茅ronse estos traidores

Fingirse amigos, para ser se帽ores;

Entrar vendiendo para salir mandando鈥欌

Fuente: Mariano Moreno, Escritos Pol铆ticos, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915

鈥淓n vano publicar铆a esta Junta principios liberales, que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuaci贸n de aquellos prestigios, que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza. Privada la multitud de luces necesarias, para dar su verdadero valor 谩 todas las cosas; reducida por la condici贸n de sus tareas 谩 no extender sus meditaciones mas all谩 de sus primeras necesidades; acostumbrada 谩 ver los magistrados y jefes envueltos en un brillo, que deslumbra 谩 los dem谩s, y los separa de su inmediaci贸n; confunde los inciensos y homenajes con la autoridad de los que los disfrutan; y jam谩s se detiene en buscar 谩 el jefe por los t铆tulos que lo constituyen, sino por el voto y condecoraciones con que siempre lo ha visto distinguido. De aqu铆 es, que el usurpador, el d茅spota, el asesino de su patria arrastra por una calle p煤blica la veneraci贸n y respeto de un gent铆o inmenso, al paso que carga la execraci贸n de los fil贸sofos, y las maldiciones de los buenos ciudadanos; y de aqu铆 es, que 谩 presencia de ese aparato exterior, precursor seguro de castigos y todo g茅nero de violencias, tiemblan los hombres oprimidos, y se asustan de s铆 mismos, si alguna vez el exceso de opresi贸n les hab铆a hecho pensar en secreto alg煤n remedio鈥.
Algunos miopes quieren ver en esta disputa el origen de la oposici贸n entre unitarios y federales, alineando por supuesto a Moreno en el rol de padre del unitarismo y a Saavedra como progenitor, ya que nuestra historia es fan谩tica de los padres, del federalismo. Es curioso porque Saavedra, hombre poco afecto a la filosof铆a y a la escritura, no ha dejado una sola l铆nea en la que mencione siquiera las palabras federalismo o federaci贸n, mientras que el 鈥渦nitario鈥 Moreno le dedica varios p谩rrafos de su texto: Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse, y la Constituci贸n del Estado: All铆 se帽alaba:
鈥淓l gran principio de la federaci贸n se halla en que los estados individuales, reteniendo la parte de soberan铆a que necesitan para sus negocios internos, ceden a una autoridad suprema y nacional la parte de soberan铆a que llamaremos eminente, para los negocios generales, en otros t茅rminos, para todos aquellos puntos en que deben obrar como naci贸n. De que resulta, que si en actos particulares, y dentro de su territorio, un miembro de la federaci贸n obra independientemente como legislador de s铆 mismo, en los asuntos generales obedece en clase de s煤bdito a las leyes y decretos de la autoridad nacional que todos han formado. En esta forma de gobierno, por m谩s que se haya dicho en contrario, debe reconocerse la gran ventaja del influjo de la opini贸n del contento general: se parece a las armon铆as de la naturaleza, que est谩n compuestas de fuerzas y acciones diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y contrapeso, no para oposici贸n; y desde que se practica felizmente aun por sociedades incultas no puede ser calificada de dif铆cil. Este sistema es el mejor quiz谩, que se ha discurrido entre los hombres鈥

Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004
Fuente: www.elhistoriador.com.ar








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