11/08/22 | Internacional
Jorge Riaboi
En estos dÃas no son pocos los analistas de polÃtica exterior que se preguntan si China es el único miembro de la OMC que no califica para recibir el trato legal de economÃa social de mercado. Si hay claros sÃntomas de que otros gobiernos se “proponen ser China†e intentan torcer las pautas que se adoptaron para regir un mundo con reglas capitalistas.
O si las reglas que conciben las mayores potencias de Occidente son compatibles con la sustancia y el espÃritu de las disciplinas del Sistema Multilateral de Comercio y con su condición histórica de modelo a seguir.
Para entender semejante introito es preciso recordar las cotidianas manganetas que generan los cultores vitalicios de la economÃa social de mercado. Sus actuales piruetas son consistentes con la voluntad de resucitar la vieja polÃtica sustitución de importaciones, un remedio que incluye la decisión de abandonar las cadenas de valor asiáticas para ligar su suerte a los proveedores con trayectoria capitalista instalados en zonas empáticas con Washington y Bruselas.
Pero esos vientos no llegan solos. Incluyen la vocación de subsidiar con generosidad las industrias y desarrollos de nuevas tecnologÃas que hoy Estados Unidos define como de “autosuficiencia estratégicaâ€.
Una mirada similar cabe a las sofisticadas y confusas nociones de “autonomÃa selectiva†y “autosuficiencia agrÃcola†que nacieron en los pesebres de la Unión Europea (UE) antes de comenzar la invasión rusa a Ucrania.
¿Y por qué interesa ese galimatÃas? . Por la sencilla razón de que el arbitrario cierre de mercados no sólo es ilegal, sino también una muy mala noticia para los exportadores y en especial para los exportadores de productos agrÃcolas y agroalimentos que necesitan ganar divisas a pasto.
Quienes no tuvieron previo conocimiento de esos hechos, deberÃan leer cuanto antes el subprograma del Productor al Consumidor (Farm to fork) y la nueva PolÃtica AgrÃcola Común (PAC) de la UE, asà como los documentos que describen la intención de aplicar medidas espejo de sus polÃticas internas a quienes se propongan exportar al mercado comunitario, lo que es un verdadero disparate conceptual y legal.
A su vez, los simpatizantes del anarco-capitalismo harÃan bien en reflexionar sobre el mensaje que suscribieron unos 1.100 economistas, entre ellos varios Premios Nobel, quienes exhortaron al gobierno de Washington de los años 30’s a frenar la aprobación de la enmienda Smoot-Hawley, una polÃtica arancelaria destinada a cerrar el mercado de Estados Unidos, cuyo efecto inmediato fue generar la represalia simétrica de sus socios comerciales y expandir la violenta crisis de ese perÃodo.
Pero la cosa no quedó ahÃ. A principios de 2018, el Presidente Donald Trump y sus apóstoles, protagonizaron una segunda vuelta de guerras comerciales que, al margen de generar inflación de costos a su propia economÃa, sólo fueron materia de conflicto, ya que no aportaron ningún remedio o mejorÃa a la balanza comercial de ese paÃs.
Este análisis no induce a objetar la aplicación de subsidios para causas racionales, como el nuevo fondo de 370.000 millones de dólares que la administración de Joe Biden se propone asignar a la polÃtica estadounidense contra el Cambio Climático la que, si bien no es demasiado ambiciosa, persigue el objetivo de bajar en 40 por ciento, hacia el fin esta década, los niveles de emisión que se registraban en 2005.
Quienes entienden los efectos de esta clase de medidas, son conscientes de que no es lo mismo recurrir a la temporaria sustitución de importaciones para resolver problemas sanitarios o climáticos, que para combatir los desatinos estratégicos que impulsan ciertos gobiernos asiáticos y de Europa Oriental.
Esos conflictos llevan pensar en el sensible debate geoestratégico sobre zonas de equilibrio e influencia que en estas horas no sólo atañen a los casos de Ucrania, Moldavia y Taiwán, sino al bolsón Indo-Pacifico y al volátil mapa de Irán y casi todo Medio Oriente.
La tentación de blindar la economÃa y el bienestar general ante las amenazas de desabastecimiento de insumos estratégicos, como la posible escasez de los semiconductores que se producen en Taiwán, cuya industria es una oferente clave de estos componentes, sólo deberÃa considerarse, en el mejor de los casos, como una solución coyuntural.
Nada justifica convertir una solución al desabastecimiento de corto plazo, en una estrategia destinada a neutralizar la competencia extranjera y decapitar las funciones y beneficios del comercio exterior.
Quienes tuvimos la oportunidad de seguir con cierto detalle el trazado de la economÃa asiática, sabemos que el GPS del asunto siempre exigió hallar soluciones negociadas y viables de largo plazo, proceso harto complejo y plagado de sinsabores diplomáticos.
Occidente gerenció muy mal la expectativa que se creó al negociar el acceso de China a la OMC. El reconocimiento del status legal de economÃa de mercado para ese paÃs debió supeditarse a la existencia de reglas y reformas apropiadas, susceptibles de verificación objetiva. Nunca a una cláusula temporal de aplicación automática. Con el tiempo quedó claro que la solución polÃtica devino, como era previsible, en una bomba de tiempo.
Hace un cuarto de siglo los ministros del Grupo CAIRNS dialogaron acerca de estos temas y se examinaron diagnósticos bastante certeros acerca del escenario que ahora es realidad cotidiana (el tema también estuvo presente en la edición del International Law Journal dedicada a la SecretarÃa de la OMC, un ejercicio que coordinó la Universidad Fordham, entidad que tiene orientación jesuita y el patrocinio de organizaciones como el Wall Street Journal).
Obviamente ninguno de esos escenarios se puede encarar con recetas de fácil aceptación y ejecución.
El pasado 28 de julio la Representante Comercial de los Estados Unidos, embajadora Katherine Tai alegó, con inocultable orgullo, que el Senado de su paÃs habÃa aprobado un sustantivo paquete de asistencia a la industria estadounidense de semiconductores, asà como una amplia alcancÃa para estimular la investigación y el desarrollo de tecnologÃas de punta.
La señora Tai estaba hablando de sustituir importaciones, o sea de relocalizar en proveedores nacionales la responsabilidad de abastecer la actual demanda del producto importado alegando enfoques de seguridad nacional.
Aunque todavÃa ese paquete de estÃmulos debe pasar por otros filtros, en su actual versión prevé asignar unos 280.000 millones de dólares para proyectos de investigación y producción basados en la generación y empleo de tecnologÃas de punta. Unos 50.000 millones de esos fondos habrán de destinarse a subsidiar la producción local de semiconductores, industria a la que hoy se considera geoestratégica.
Del otro lado del charco, el Comité de Agricultura y Desarrollo Rural del Euro-Parlamento también se pronunció con toda claridad. El pasado 20 de julio propuso incluir, en el nuevo proyecto de PolÃtica AgrÃcola Común (PAC), el objetivo de garantizar la “autosuficiencia†Y el uso sostenible de los factores de producción.
Al mismo tiempo Valdis Dombrovskis, Vicepresidente Ejecutivo de la Comisión de la UE y Comisionado de Comercio de ese órgano comunitario, solicitó, el pasado 24 de julio, que se “acelere la aprobación de nuevos Acuerdos Comerciales†como medio de compensar la pérdida de mercados en las regiones aledañas y para reconstruir, con socios confiables, las cadenas de valor que están en pleno desarraigo. Al hacerlo exhortó a la urgente finalización de los Acuerdos con Chile, Nueva Zelanda y Australia.
Esa no fue la primera ni la única vez que el amigo Dombrovskis olvida mencionar el proyecto birregional adoptado entre el Mercosur y la UE en junio de 2019, un texto que goza de gran respeto en la sala de hibernaciones de la UE.
Tranqui muchachos, como dije muchas veces, “por algo seráâ€.
Jorge Riaboi es diplomático y periodista
- Compartir: Twittear
-
Internacional
¿Será China la mayor economÃa del mundo?