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05/11/21 | Internacional

La mirada de Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC

Image Texto Ngozi Okonjo-Iweala THE ECONOMIST DIRECTORA GENERAL DE LA OMC
Antonio MAsiello/Getty

Ha sido ampliamente aceptada la idea de que el comercio mundial está en retroceso. A primera vista parece plausible en medio de una pandemia y de que las principales economías hablan del desacoplamiento. Y la sensación de retroceso innegablemente se ha visto favorecida por las dificultades de la organización mundial del comercio para llegar a acuerdos multilaterales, al proliferar una variedad de acuerdos bilaterales y regionales para compensar por la trabazón en Ginebra.

Pero la percepción está alejada de la realidad. Los temores de desglobalización no se ven confirmados por evidencias de que compañías abandonen proveedores externos en favor de otros locales o de que haya menos comercio de productos intermedios. Por el contrario el comercio global de mercaderías está un nivel récord. Y la mayoría abrumadora se realiza bajo los términos arancelarios básicos que los gobiernos ofrecen sobre bases no discriminatorias a todos los miembros de la OMC, en concordancia con el principio de “nación más favorecida†de la organización.

Es fácil burlar la etiqueta de “más favorecida†pero pese al creciente número de acuerdos comerciales bilaterales, los aranceles preferenciales tienen menor huella en el comercio mundial de lo que podría esperarse. Si contamos el mercado único de la unión europea como una sola economía, más del 75% del comercio de mercaderías global se graba sobre la base de la nmf. Todos los demás acuerdos comerciales regionales representan alrededor del 20% (lo restante está sujeto a aranceles impuestos sobre una base no nmf, incluyendo medidas unilaterales.)

¿Por qué se da una gran porción del comercio sobre una base multilateral? Primero las mayores economías del mundo en su mayoría no tienen acuerdos de libre comercio entre si. Estados Unidos, China y la Unión Europea comercian entre si bajo los términos de la OMC. Segundo, décadas de liberalización comercial han visto a los gobiernos bajar los aranceles a cero sobre alrededor de la mitad del comercio global de mercaderías. Esto es extensivo a todos los miembros de la OMC, no sólo a socios comerciales bilaterales y regionales.

La recuperación del comercio es asombrosa. Cuando la economía global se cerró a partir de marzo de 2020, la caída del comercio fue la más aguda de la que se tenga registro: 15% en términos de volumen año contra año en el segundo trimestre. Pocos hubieran adivinado en aquel momento que el comercio se recuperaría como una cuerda elástica para el primer trimestre de 2021. Se recuperó con la ayuda de apoyo fiscal y monetario masivo en las economías avanzadas, contención del covid-19 en varios países asiáticos y el hecho de que en su mayoría los gobiernos se resistieron al proteccionismo.

Las actuales conmociones en la cadena de provisión son causadas por la recuperación de la demanda inesperadamente fuerte, en concierto con que muchas firmas inicialmente redujeron sus pedidos previendo una caída prolongada y cierres relacionados con el covid 19 y el clima que les acelerarían la vuelta a niveles de producción normales. Las firmas y los proveedores de logística se están adaptando, aunque modificar cadenas de provisión con históricos ajustes finos lleva tiempo. Las conmociones han causado incrementos de precios y demoras de entregas, pero el hecho debiera ser transitorio dado que indicadores en tiempo real ya sugieren que la demanda se está desacelerando y que los esfuerzos por modificar las cadenas de provisión se están concretando.

Tal como sucedió con la crisis financiera global de 2007-09 el sistema multilateral de la OMC ayudó a mantener abiertos los mercados. Esto sucedió pese a que hubo mucha preocupación por la dependencia de las importaciones y la subsiguiente introducción de restricciones a las exportaciones cuando hubo escasez de productos médicos. Al relajarse los cierres y aumentar la demanda pudieron reiniciarse las cadenas de provisión internacionales. Si los negocios y los hogares se hubiesen visto compelidos a buscar alternativas domésticas, las consecuencias económicas hubieran sido mucho peores. Y luego de que se desarrollaron vacunas para el covid-19, las cadenas de provisión entre una docena de países se volvieron a unir para permitir la manufactura a escala.

La resiliencia del comercio ha sido un salvavidas para qué millones de personas tengan acceso a alimentos y otras provisiones esenciales. Aún en momentos en que el valor del comercio global de mercaderías cayó 7.6% en 2020, el valor del comercio de productos médicos se elevó un 16% y el comercio de productos agropecuarios se mantuvo estable. Muchas (aunque no todas) de las restricciones iniciales a las exportaciones se eliminaron y los miembros introdujeron varias medidas para facilitar el comercio.

El comercio será central para resolver las actuales desigualdades en el acceso a las vacunas para el covid-19 y la OMC ha estado trabajando con fabricantes de vacunas para identificar cuellos de botella granulares en las cadenas de provisión y para alentar mayor inversión en particular en países en desarrollo.

Se necesitan nuevas reglas

Sin embargo las buenas noticias en materia comercial no significan que los miembros de la OMC pueden darse el lujo de no hacer nada mientras el mundo cambia en derredor. Si bien el comercio de los bienes físicos se sostuvo bien, las reglas de la OMC ofrecen menos precisión respecto de actividades internacionales de negocios en áreas emergentes tales como el comercio electrónico de los servicios digitales, que habían estado creciendo más aceleradamente que el comercio en bienes antes de la pandemia. Sin acuerdos sobre nuevas reglas la seguridad y predictibilidad aportados por la OMC cubrirían una porción en disminución de la actividad económica internacional. Se incrementaría la incertidumbre, agregando costos para empresas y hogares y pesando sobre la inversión, la producción y el empleo.

Aún más acuciantes son los problemas globales comunes, desde la salud pública, pasando por los océanos, hasta el clima. Inciden grandemente en la vida cotidiana y las perspectivas económicas de la gente y se necesita de la cooperación multilateral: ningún país puede enfrentar estas cuestiones por sí solo. La política comercial es un instrumento para responder a estos problemas pero no estamos haciendo pleno uso del mismo. Tampoco estamos haciendo pleno uso del comercio como vehículo para la inclusión socioeconómica.

En el cuarto de siglo previo a la pandemia los mercados globales abiertos permitieron un crecimiento acelerado y una reducción sin precedentes en la pobreza de muchos países en desarrollo. Seguirán siendo necesarios los mercados abiertos debidos a reglas globales para tener un mundo en el que los países pobres -muchos frágiles y en conflicto- puedan crecer respondiendo a demandas, ideas, insumos e inversión externa. Integrar estas economías en las cadenas de comercio y de provisión globales -lo que me gusta llamar “re-globalizaciónâ€- podría rendir sustanciales dividendos en términos de crecimiento, desarrollo y demanda futura de los mercados. Esto parece más aconsejable que tirar ayuda a gente que huye de crisis humanitarias.

Si bien los acuerdos comerciales regionales pueden ser bloques que ayuden a construir (e incluso laboratorios útiles) para reglas globales, algunas cuestiones -tales como subsidios o desafíos comunes globales- sólo pueden ser manejadas multilateralmente.

Los acuerdos comerciales globales no sólo son necesarios, son posibles. Hemos hecho acuerdos para reducción de burocracia aduanera y para la eliminación de subsidios de exportación directos para los productores agropecuarios. Pero alcanzar un acuerdo multilateral requiere una dosis saludable de voluntad política, que en los últimos años ha sido escasa.

Los miembros de la OMC acuerdan en que la organización necesita reformas, pero divergen en cuanto a precisamente como deben verse tales reformas. ¿Se trata de nuevas reglas para el comercio electrónico o el comercio agropecuario? ¿Significa disciplinas más estrictas en materia de subsidios industriales o poner más en primer plano en la agenda de la OMC las cuestiones ambientales? ¿Cómo avanzar en la flexibilidad que las reglas de la OMC acuerdan a los países en desarrollo? El diablo está en los detalles de la negociación.

El otoño boreal es un momento oportuno para salir del estancamiento: una respuesta común a través de la OMC a la pandemia es de interés vital para todos. Lo que es más, los miembros de la OMC pueden finalmente concluir un acuerdo para limitar los subsidios dañinos a la pesca que alientan los excesos. Esto ayudaría a preservar los stocks de peces y los recursos de comunidades costeras y daría señal de que los miembros de la OMC pueden trabajar juntos en problemas de interés común globales. Encontrar una manera de avanzar en la reforma de nuestro sistema de solución de disputas también va en interés de todos los miembros. Un momento para actuar será la conferencia ministerial de la OMC que comienza en noviembre.

Llegar a emisiones netas cero de carbono requerirá acción en materia comercial para complementar el acuerdo de París. Bajar las barreras comerciales a los productos y servicios ambientales reduciría el costo de la descarbonización.ß

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